La Trinidad del Hombre
La necesidad espiritual que desde
siempre ha manifestado el Hombre por conocer su origen y su trascendencia en la
vida terrena, le ha sugerido una constante e incansable búsqueda. Una vez que
el hombre primitivo hizo consciencia de sí mismo, la primera pregunta que vino
a su mente fue: ¿Por qué estoy acá y para qué? ¿cómo he aparecido y dónde está
quien me creó?
En sus incontables reflexiones,
el Hombre se percató de la inmensidad de su entorno y comenzó a valorar su
existencia, atribuyéndolo todo a una razón intangible, a un ser desconocido que
aun en nuestro tiempo actual no logra conseguir y continúa buscando
incesantemente. La primera referencia en la que fijó su atención fue El Sol,
porque le proporcionaba el calor y la luz a su mundo existencial, entonces al
sentir que le era necesario, lo adoró, pero más tarde, cuando alcanzó a
producir el fuego generando el calor necesario por frotación, al percatarse que
él podía por sus propios medios generar calor y luz, pensó que tal vez podría
prescindir del sol y también adoró al fuego. Y así, sucesivamente el Hombre fue
creando, a conveniencia de sus necesidades, un ser a quien atribuir la razón de
su existencia y a su vez, pedirle a este ser el ignoto la satisfacción de sus
necesidades.
Esta apetencia natural del Hombre
hacia lo desconocido, fue aprovechado por algunos de sus congéneres quienes,
para no trabajar, ávidos de poder, plenos de malicia y de supina ignorancia,
les impusieron la creencia de que ellos eran los elegidos por ese ser supremo
para cuidar el fuego y preservarlo, todo a cambio de que sus semejantes les
proveyeran todo lo necesario para sostener una vida cómoda y sin tener que
trabajar; con tal de no trabajar, ejercer poder y dominio sobre los
trabajadores y vivir a sus anchas a costa del trabajo de estos, urdieron el más
complejo sincretismo de ideas, sacramentos y misterios que terminaron por hacer
que las grandes masas de hombres sujetos al trabajo para poder subsistir y sin
tiempo para estar inventando falacias, relegaran Zamora es sus derechos y hasta
su conciencia a estos parásitos que, desde un principio, dieron la espalda a la
Ley Universal del amor fraterno.
De esta manera, fecundada por la
astucia, el engaño, la malicia y otros vicios más, nació la casta sacerdotal la
cual, desde entonces, no ha frenado su voraz apetito para vivir en la opulencia
gracias al trabajo de sus adeptos quienes bajo el yugo del temor a un castigo
eterno prefieren sacrificar sus necesidades vitales con tal de cumplir con los
preceptos impuestos, en su mayoría, representados por bienes y servicios de
naturaleza pecuniaria.
Pero, ocurre que esta casta
necesitaba apoyarse en un sustrato ideológico sustentable que le permitiera su
existencia permanente y su opulencia sin tener que trabajar, lo cual trajo como
consecuencia la formación de las religiones; que, si bien es cierto, nacieron
de la necesidad intrínseca del Hombre por conocer la naturaleza de su origen,
así como el fin y la trascendencia de su vida y no obstante, principios éticos
que sustentaron dichas religiones, también dieron nacimiento y sustento a la
casta sacerdotal, conformada por aquéllos que, aun cuando gustan de vivir en la
opulencia, dan la espalda al trabajo, viviendo a costa del trabajo del pueblo.
En principio las religiones no
habrían sido tan dañinas si se hubieran aplicado a la sociedad los principios
éticos que las sustentaba, pero, el sacerdote, abusando de la buena fe de los
creyentes, amalgamó los principios moralistas que eran buenos, con falacias,
misterios, sacramentos, dogmas de fe y amenazas; todo lo cual terminó por
conformar un férreo instrumento de poder y de dominación que se apoderó del
poder civil y de la conciencia de los pueblos, permitiéndole a la casta
sacerdotal, la dominación absoluta del pueblo trabajador. No obstante, la
importancia que representa este nutrido tema referente a las religiones es
necesario postergar su estudio para ser tratado en otra ocasión.
El tema que aquí nos ocupa tiene
como objetivo general presentar al Hombre en su total dimensión, es decir, en
las tres entidades que lo conforman: Espíritu. Alma y materia o cuerpo. En este
punto es necesario aclarar que el cuerpo humano es obra del espíritu y sirve a
este como portentosa herramienta para la demostración de la vida; el alma que
es materia etérea, es decir, quintaesencia, es el campo neutro que conecta al
espíritu con las complejas funciones que cumple el cuerpo humano y con su
entorno material y el espíritu es el creador secundario, substancia y ente
coexistente con El Padre Creador.
Siguiendo este orden de ideas es
necesario establecer: qué es el espíritu. El espíritu es la esencia misma del
Creador, Padre Común de todos los espíritus, consustancial con éste, porque su
naturaleza es la misma. En este punto es necesario aclarar que, este axioma de ninguna
manera implica un desarrollo del panteísmo, porque El Creador
no representa la deidad religiosa, o sea, el dios que las religiones han creado
a imagen y semejanza del mundo material. El término dios se refiere a un ser
inducido en la conciencia del hombre por las religiones, es un dios que premia
y castiga y que, además, cobra venganza y es iracundo, pues tal como lo han
representado las religiones, su dios también comparte todas las pasiones de los
hombres y si no, que me desmiente La Historia la cual ha reseñado con lujo de
detalles “Las Cruzadas” y otras tantas “guerras Santas”. Este es un dios ideado
por la religión para servir a sus intereses materiales; por el contrario, El
Padre Creador del Universo, es todo amor y su ley es inflexible, hasta en el
rigor máximo del amor; a comprender su naturaleza, nuestro intelecto no tiene
la capacidad para discernir acerca de su esencia, sin embargo, sabemos que
habita en nuestro ser y que es la causa suprema de la vida, porque: <<En
él estaba la vida y la vida en la luz de los hombres>>
Ahora bien, continuando con el
tema que aquí nos ocupa es necesario, como complemento de lo antes expresado,
decir que el espíritu es la energía, la voluntad y la razón de todo lo creado,
por ser la causa única de la creación y del universo. El espíritu es la energía
que le da calor a la sangre y al mismo tiempo hace que el organismo funcione;
de igual manera, es la energía que realiza la demostración de la vida en los
vegetales y en los demás seres vivos de la creación, así como también, es la
causa eficiente que genera la energía cinética y potencial que producen la vida
en el microcosmos y en el macrocosmos, haciendo que los astros, los mundos, los
satélites, los átomos, los elementos y todos los materiales del universo cumplan
sus funciones bajo su ley.
Atendiendo a este tema tan
importante, es necesario puntualizar que El Universo no es lo que parece ser,
un conjunto de unidades, astros o cuerpos llenando los espacios, como hasta
ahora se había concebido, lo cierto es que el universo conforma la unidad, es
decir, el todo infinito; desde las infinitas nebulosas y los astros
orbitando y recorriendo los espacios, hasta los componentes de un átomo, todo
en movimiento y en su perfecto orden; y todo esto es efecto de la gran causa,
porque la Ley es una, la sustancia es una, uno es el principio, uno es el fin,
todo es magnetismo universal y su naturaleza es la unidad. No obstante, para
comprender este axioma es necesario ubicar nuestra atención en el plano
material y concebir la materia como un efecto de la causa espíritu. Esto es
fácil de entender si observamos cómo el arquitecto o el artista concibe su obra
en el pensamiento, en sus ideas y luego junta los materiales necesarios y con
su voluntad y su trabajo termina por realizar la obra que antes concibió su
espíritu y la diseñó en su pensamiento; de esta misma manera obra el espíritu a
nivel universal y de esta misma manera puede concebir y crear un mundo y
dotarlo con todos sus componentes. En consecuencia, es factible
concluir que el espíritu es la vida universal, al igual que la vida material
temporaria de los cuerpos y formas, todo lo cual hace la demostración de la
vida. Al respecto, el maestro Joaquín Trincado Matheo, filósofo hispano
argentino, en su obra, “Conócete A Ti Mismo” (1931) ha expresado que, “El espíritu
es la esencia primera entre el creador de la vida universal y la demostración
de la vida en los cuerpos y las formas; entre el flujo y el reflujo que
establece el movimiento para la demostración de la vida, sin cuyo movimiento
eterno y continuado, la vida no existiría; el espíritu es el calor de la sangre
en los cuerpos, por el que el líquido puede circular por la impulsión de ese
mismo calor; es el aliento que baña nuestros pulmones y que mueve las válvulas
de nuestro corazón con tiempo medido y pausa rítmica, conforme a la fuerza
vital del momento y las edades; y es el ordenador de todas las cosas de la
creación y la potencia toda en la unidad y comunión del infinito, porque cada
uno en su individualidad es una potencia y una fuerza limitada, y en la
comunión de todos, es la potencia omnipotente, pero no omnímoda, porque
dependen todos y cada uno de la ley suprema, o mandato del Creador. ”
De esta
manera se entiende que el espíritu es el creador secundario quien, por orden
mayor y en estricto acato a las leyes de la creación, hace posible la
demostración de la vida eterna y continuada.
Continúa el
Maestro Trincado explicando estos principios cuando expresa que: “El
espíritu es el creador secundario, por orden mayor; pero es el creador
exclusivo de las formas con que el hombre aprecia la vida y dispone para ello
de toda la naturaleza, creación primaria del creador mismo; por esto, el
espíritu, es la inteligencia del autor de todo, pero que nada él formó porque
le dio la facultad y el mandato al espíritu, cual convenía a su eterno plan que
el espíritu sabe y comprende, pero que jamás terminará en el infinito, en el
que irá siempre ascendiendo en belleza, armonía, sabiduría y amor, sin
encontrar límite posible; porque siempre el autor está más alto, tiene más
inteligencia, más sabiduría y más amor. Todo en el Universo depende del
espíritu y lo tiene dado en herencia; pero por conquista, por dominación, para
lo cual, el padre, le da de todos los medios, toda la fuerza, toda la libertad,
sujeto a la ley suprema del creador, su padre, que ni aun le reconviene, ni se
mete en las cosas del espíritu su hijo, hasta que éste tiene fuerza y méritos
de justicia para poder llamarlo y entonces acude (por sus primeros ministros
espíritus maestros) y recibe el despacho de su pedido y puede presentarse en su
presencia y en su propia morada; pero ello no será en tanto no haya cumplido
toda la parte de creación que le fuera encomendada; entonces será elevado a
maestro y tomará nuevo cargo por otra secular temporada y, siempre hay un grado
más que alcanzar. El espíritu, es el conjunto universal; el índice de la creación
infinita y eterna, cuyas hojas van pasando al libro resumen del maestro, en
cada mundo; de éste, al de su centro, como sistema; de aquél, al otro maestro
de la nebulosa; de aquél, al maestro del plano; de éste, al de más allá, y así
llega el resumen, al centro generativo, donde reside el autor: Eloí. ¿Qué es
pues, el espíritu? Es el ordenador, por orden, de todo el Universo; el
demostrador de la vida y, por tanto, el creador de las formas, en mundos y
hombres; lo que quiere decir, que es la voluntad ejecutora del creador.”
¿CUÁL ES LA PROCEDENCIA DEL ESPÍRITU?
No es fácil
para el hombre cuya capacidad de razonamiento se mantiene sesgada por
prejuicios, dogmas y supersticiones inducidas por las creencias religiosas y
materialistas que, a través de los siglos, parecieran haberse apoderado de la
conciencia humana. Hermanos, abrir la ventana de la razón a estas verdades que,
de no ser por el prejuicio y el engaño, son tan evidentes y tangibles como la
vida misma, es tan sencillo como saber que dentro de cada uno de nosotros se
hayan todos los componentes del universo, incluyendo al Creador mismo, ELOÍ
(Espíritu, Luz, Omnipotente e Infinito). El espíritu procede directamente del
Padre Creador del Universo, por ser parte y consustancial con él y el hecho de no
poder comprender esta simple verdad, tampoco da derecho a negarla.
¿CUAL ES LA
NATURALEZA DEL ESPÍRITU?
Procediendo
el espíritu del Creador, como en efecto procede, su naturaleza no puede ser
diferente a la naturaleza de su causa, ya que, por el hecho de ser el espíritu,
efecto del Espíritu Universal (ELOÍ), la sustancia que le confiere su
naturaleza no puede ser diferente; el espíritu hace número en la conciencia
volitiva del Padre. En consecuencia, el espíritu, aun cuando es parte del
índice en la creación, conforma la unidad en El Creador.
LA MATERIA O CUERPO HUMANO
La materia o cuerpo humano en el
conjunto de órganos y sistemas integrados que a simple vista pueden verse y
palparse; son herramienta por la cual en el mundo material el espíritu se vale
para demostrar la vida. El cuerpo humano reúne todos los materiales que
conforman el universo y aún, cuando la ciencia ha realizado significativos
avances en su estudio, no ha sido posible estudiado en su totalidad, gracias al
prejuicio, a los dogmas, a los mitos y falacias con que las religiones y el
materialismo científico, han pretendido ocultar la verdad. La materia también
es efecto del Espíritu Creador el cual obra como su Creador Secundario para
cumplir sus objetivos de la vida demostrada. El Creador Secundario se refiere
al acción individual o colectiva del espíritu.
EL ALMA
Corresponde a este punto explicar
lo que es el alma, cuál es su naturaleza y cuáles son las funciones que cumple
en la vida eterna y continuada.
El Alma representa la quinta
esencia del Universo, o sea, el componente anímico que le trasmite y aporta a
la Materia, por así decir, LA ENERGÍA del espíritu y la sensibilidad que ésta
necesita para la demostración y el desempeño de la vida, quiere decir, que el
alma es el elemento neutro que cataliza la potencia del espíritu al actuar
sobre la materia. Ahora bien, mencionar la palabra “Quintaesencia” sin explicar
su significado deja un gran vacío y, es por esta razón por la que es forzoso
referirse a su significado y contenido. En la Edad
Media, la quintaesencia (latín quinta essentia) era un
elemento hipotético, es decir, algo posible, cuya existencia no estaba
demostrada científicamente. También se le ha denominado éter el
cual se le consideraba un hipotético quinto elemento o
"quinta esencia" de la naturaleza, junto a los cuatro elementos
clásicos: tierra, agua, fuego y aire. Actualmente la filosofía del espíritu,
representada por el filósofo hispano-argentino Joaquín Trincado Matheo, ha
expresado detalladamente el significado y contenido de la palabra Éter, lo cual
será estudiado en otra sección de este blog, no obstante, es pertinente señalar
que la Cosmología ha definido la Quintaesencia como una forma
hipotética de energía que se postula para explicar las
observaciones del Universo en expansión acelerada; de acuerdo a
este criterio, la quintaesencia es un tipo de "energía del vacío",
con una ecuación de estado de la forma.
Sin embargo,
atendiendo a la antes dicha expresión, hablar de “energía del vacío” es una
contradicción que la ciencia aún no ha logrado explicar, ya que, el vacío no
existe, tomando en consideración el axioma de que la Quintaesencia o El Ëter
todo lo llena. Se habló de vacío hasta el Siglo XX cuando los físicos
comenzaron a estudiar el átomo, su estructura y sus componentes, abriendo de
esta manera paso al estudio de la Física Cuántica, la cual se ocupa de estudiar
y explicar el comportamiento microscópico de los átomos, electrones, protones y
de las partículas subatómicas y elementales, también conocida como mecánica
cuántica.
En estricto
criterio filosófico y concretamente, La Física, es remontarse a los erráticos
tiempos del oscurantismo religioso, tiempos aquéllos en los cuales, lo que no
se apreciaba a simple vista, no existía y si se podía apreciar a simple vista
no convenía a los fundamentos dogmáticos, entonces era “obra del demonio”
Es
significativo mencionar que, para la ciencia convencional, sus leyes están
basadas en probabilidades, rompiendo con todos los esquemas establecidos en la
física clásica. Lo cierto es que, a la luz de la simple razón, para la ciencia,
El Universo o macrocosmos es tan infinito y desconocido, como el microcosmos.
Siguiendo
este mismo orden de ideas se hace necesario puntualizar que las Ciencias
Naturales no están sujetas a las probabilidades ni pueden basarse en hipótesis,
ya que, la hipótesis solamente se aplica a la metodología para la investigación
de aquellos fenómenos sujetos al comportamiento o a la voluntad de los seres
racionales. la Física, las Matemáticas, la Biología, y demás ciencias de la
naturaleza, están reguladas por leyes invariables; a excepción de la
estadística y otras ciencias sociales que, como antes quedó explicado, por
estudiar el comportamiento humano suelen ser, en el mayor de los casos,
impredecibles.
Ahora bien,
continuando con el tema referido al alma, para mejor entender esta energía,
otrora denominada Quintaesencia, es necesario apreciar y comprender la
sustancia que origina las cosas que vemos a nuestro entorno, así como la
sustancia misma que origina y da forma a nuestros cuerpos. Pues bien, en el
Ëter se encuentran en constante y perpetua actividad los átomos que al unirse
forman las moléculas y estas a su vez, componen y conforman los elementos
básicos o materiales (calcio, carbono, magnesio, zinc, oxígeno, hidrógeno, el
agua y muchos otros más) todo lo cual, a su vez, conforma la estructura de la
materia. No obstante, es importante destacar que la mecánica del universo,
relativa a la creación, evolución y metamorfosis de sus componentes, obedece al
espíritu, por ser éste en toda la creación el ser que razona piensa y dispone.
También se
puede observar a simple vista que todos estos elementos cuya estructura
molecular dan vida a los materiales, son a su vez, los elementos embrionarios,
por ser aquellos los que conforman la estructura de los materiales y éstos, a
su vez, la estructura y forma de los seres vivos, ya sean vegetales o animales,
incluyendo el cuerpo del hombre. Y esto, pese a que aún en nuestro tiempo para
la ciencia es intangible la fuerza vivificante que produce la vida, es decir,
la germinación de los vegetales, la reproducción del hombre, de los animales,
al igual que la realización de sus funciones, así como los cambios o mutaciones
que sufren los minerales.
Si
analizamos el significado que la llamada “cosmología cósmica” le atribuye el
Éter, basta con revisar la expresión "energía del vacío", la cual es
absolutamente ambigua, carente de sentido, contraria a la Ciencia y a la
Filosofía, considerando que el término “vacío”, referido a criterios
epistemológicos, niega el contenido de la Creación y de la existencia misma; y,
aun así, contradice la Física Cuántica. A propósito de este importante tema,
recuerdo que, en una ocasión, siendo aún adolescente, quise sorprender a un
viejo campesino quien filosofaba sobre diversos aspectos de la vida existencial
y le pregunté que era la nada; el viejo me dijo secamente: “La Nada es
un cambur, sin la concha y sin la pulpa”.
No obstante,
la variada y abundante literatura que ha colmado el tema referido a la
Quintaesencia o éter, además del maestro Joaquín Trincado Matheo, es el
científico alemán Albert Einstein quien, en una misiva dirigida a su hija, supo
explicar de una manera sencilla y contundente, el principio y fin de la
conciencia universal. Veamos entonces esta magnífica pieza, engastada en el más
puro filigrana de la sabiduría y que, a su vez, es dirigida a aquellos hermanos
que tengan la capacidad espiritual para comprender la suprema Ley del Universo.
"Cuando
propuse la teoría de la relatividad, muy pocos me entendieron, y lo que te
revelaré ahora para que lo transmitas a la humanidad también chocará con la
incomprensión y los prejuicios del mundo.
Te pido, aun
así, que la custodies todo el tiempo que sea necesario, años, décadas, hasta
que la sociedad haya avanzado lo suficiente para acoger lo que te explico a
continuación.
Hay una
fuerza extremadamente poderosa para la que hasta ahora la ciencia no ha
encontrado una explicación formal. Es una fuerza que incluye y gobierna a todas
las otras, y que incluso está detrás de cualquier fenómeno que opera en el
universo y aún no haya sido identificado por nosotros. Esta fuerza universal es
el AMOR.
Cuando los
científicos buscaban una teoría unificada del universo olvidaron la más invisible
y poderosa de las fuerzas.
El Amor es
Luz, dado que ilumina a quien lo da y lo recibe.
El Amor es
gravedad, porque hace que unas personas se sientan atraídas por otras.
El Amor es
potencia, porque multiplica lo mejor que tenemos, y permite que la humanidad no
se extinga en su ciego egoísmo.
El amor
revela y desvela.
Por amor se
vive y se muere.
El Amor es
Dios, y Dios es Amor.
Esta fuerza
lo explica todo y da sentido en mayúsculas a la vida. Ésta es la variable que
hemos obviado durante demasiado tiempo, tal vez porque el amor nos da miedo, ya
que es la única energía del universo que el ser humano no ha aprendido a
manejar a su antojo.
Para dar
visibilidad al amor, he hecho una simple sustitución en mi ecuación más
célebre. Si en lugar de E= mc2 aceptamos que la energía para sanar el mundo
puede obtenerse a través del amor multiplicado por la velocidad de la luz al
cuadrado, llegaremos a la conclusión de que el amor es la fuerza más poderosa
que existe, porque no tiene límites.
Tras el
fracaso de la humanidad en el uso y control de las otras fuerzas del universo,
que se han vuelto contra nosotros, es urgente que nos alimentemos de otra clase
de energía. Si queremos que nuestra especie sobreviva, si nos proponemos
encontrar un sentido a la vida, si queremos salvar el mundo y cada ser
sintiente que en él habita, el amor es la única y la última respuesta.
Quizás aún
no estemos preparados para fabricar una bomba de amor, un artefacto lo bastante
potente para destruir todo el odio, el egoísmo y la avaricia que asolan el
planeta. Sin embargo, cada individuo lleva en su interior un pequeño pero
poderoso generador de amor cuya energía espera ser liberada.
Cuando
aprendamos a dar y recibir esta energía universal, querida Lieserl,
comprobaremos que el amor todo lo vence, todo lo trasciende y todo lo puede,
porque el amor es la quinta esencia de la vida.
Lamento
profundamente no haberte sabido expresar lo que alberga mi corazón, que ha
latido silenciosamente por ti toda mi vida. Tal vez sea demasiado tarde para pedir
perdón, pero como el tiempo es relativo, y necesito decirte que te quiero y que
gracias a ti he llegado a la última respuesta.
Tu padre:
Albert Einstein"
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